viernes, 4 de julio de 2008

Por el camiiiiino que lleva al Burdel




El oleoducto de tinta Recomendamos pinchar en el enlace y leer los comentarios
FRANCISCO ROSELL (El Mundo Andalucía)

Desde el intento de urbanizar -en vísperas de la Exposición Universal de Sevilla- los aledaños del Parque de Doñana por el tridente felipista que conformaban el cuñadísimo Palomino, junto a sus amigos y so­cios Pellón, comisario-delegado de la muestra, y el abogado Bores, y del posterior desplome -hace diez años- de la balsa minera de Aznalcóllar, con su riada de lodo a punto de anegar la conocida reserva de la biosfe­ra, probablemente no ha habido amenaza mayor a la avifauna que el previsto oleoducto que atravesará cual fle­cha envenenada una decena de parajes naturales de Huelva y Sevilla. Partiendo del puerto de Palos, proveerá de materia prima la refinería que el empresario extremeño Alfonso Gallardo promueve en medio de una notable controversia en Tierra de Barros.

Si Costa Doñana nacía avalada por el entonces consejero de Obras Públicas, Jai­me Montaner, cualificado miembro del clan, y quedó en agua de borrajas gradas a las denuncias de Diario 16 y las iniciativas de Izquierda Uni­da, tanto de Rejón como de Valderas, alcalde entonces de Bollullos Par del Condado, o si la catástrofe de Aznalcóllar -donde se dieron la mano la negligencia de la multinacio­nal Boliden y la Junta- logró frenarse antes de que la lengua tóxica -cauce del Guadiamar abajo- encenagara el coto, no parece que vaya a evitarse la tercera amenaza. De hecho. Zapatero dio su anuencia en su visita al pueblo pacense de su abuelo, el capitán Lozano. El apóstol de la lucha contra el cambio cli­mático lo dejó claro tras dar esquinazo a los ecologistas.

Todo indica que la Junta de Andalucía, pasando por encima de los dictámenes técnicos -como en Costa Doñana, donde se dejó extravia­da la hoja clave-, se dispone a autorizar las conducciones precisas para el complejo petroquímico de Gallardo, cuyos negocios iniciales de ropavejero y chatarrero han prosperado espectacularmente a la sombra del socialismo de Puerto Hurraco, expresión chusca con la que el bando rival de los renova­dores de la nada se enfrascaban con el guerrismo recalcitrante de Rodríguez Ibarra. Tanto que destaca como empresario siderúrgico y acaba de adquirir una irrelevancia que le ha llevado a perder el anoni­mato, tras hacerse con el grupo periodístico Zeta, tocado del ala desde el óbito de su fundador Asensio.

Tío de Francisco Fuentes, su heredero universal único y prohombre del socialismo extremeño, sus tejemanejes y negocios machihembra­dos a la política hacen de Gallardo el empresario del régimen de esta comunidad gobernada desde siempre por el PSOE y que comparte con Andalucía el dudoso honor de ce­rrar la estadística del bienestar.

Por si hubiera dudas sobre lo en­carrilado del proyecto que enturbiará con savia negra estas zonas protegidas, ahí pende la cabeza de la anterior ministra de Medio Ambien­te, Cristina Narbona, cesada no tan­to por su mala actuación en materia de agua -no hizo más que gestionar como pudo la hipoteca de Zapatero con sus socios nacionalistas-, sino por su encontronazo con Chaves. Debeló el urbanismo sin control de los litorales valenciano y murciano, pero también andaluz. «No lo olvi­demos porque entonces -dijo- puede parecer que sólo soy crítica con territorios gobernados por el PP, y eso no es así». Aquel ejercicio de ecuanimidad -muchos pensarán que de ingenuidad, como la de su marido Borrell en las primarias del 98- le ha pasado factura. Por si no le hubiera bastado desavenirse con Chaves, también se puso en jarras contra el oleoducto Gallardo, una vez que las autoridades lusas se negaron a franquearle una salida al mar. Primero frente a Chaves y luego contra lbarra era demasiado pa­ra Narbona. No fue ni mejor ni peor del resto del Consejo de Ministros de Zapatero, pero cometió el error de meterse contra mano.

Mientras la ministra le sacaba los colores, Chaves se hacía pagar a precio de oro su costeada foto con Al Gore en octubre último, durante el Encuentro Español de Lideres en Cambio Climático. Maquilló así una gestión difícilmente sostenible en el terreno urbanístico, propiciando desaguisados como Marbella. Aquí la Junta favoreció primero los negocios redondos del PSOE y luego toleró las corrupciones de Jesús Gil hasta que el sistema de alcantarillado fue incapaz de recoger más aguas inmundas provocadas por aquella lluvia de podredumbre.

Las declaraciones de Narbona, que el PSOE andaluz trató de repli­car achacándolas a su desconocimiento, como si no hubiera velado armas con Escuredo y Borbolla, sí que eran una verdad incómoda. Chaves, desde luego, no estuvo dispuesto a encuadernarlas y repartirlas por los colegios como hizo con la obra de ese título de expresidenciable: Al Gore. Ahí cavó su losa una ministra que sería enterrada políticamente en la más estricta intimidad tras las últimas elecciones.

Derribada Narbona y abonado peaje al PSOE andaluz, al que el Polanco extremeño ha puesto a su disposición los periódicos que adquirió a Prisa -El Correo de Andalucía, Odiel y Jaén, al que se añade ahora Córdoba, el eslabón andaluz del grupo Zeta-, la refinería Balboa dispondrá de su trasvase de petróleo. Compradas voluntades y sor­teadas leyes, se reviste de solidaridad con Extremadura lo que es un atropello en toda regla, en contra de lo que arguye la nueva consejera de Medio Ambiente, Cinta Castillo, a la que la camisa no le llega al cuello.

En el oleoducto Gallardo, confluyen -en su doble vertiente de aten­tado ecológico y operación mediática de calado- sendos escándalos del pretérito imperfecto andaluz: el referido Costa Doñana y la turbia venta de Prensa Sur -holding que agrupaba a los diarios adquiridos por Gallardo cuando eran propiedad del PSOE- a Prisa. Por aquella operación, el PSOE saneó sus finanzas con l.800millones al tiempo que preservó su control edito­rial. Su testaferro y fiduciario Emilio Martín adquirió la propiedad de los mismos. Dispuso de créditos de las Cajas, presionadas por el actual vicepresidente primero, Gaspar Zarrías, siguiendo instrucciones de Chaves, tras almorzar este con los presidentes de las entidades.

La sociedad de Martín acaudaló mil millones de pesetas en créditos con su ridículo capital social de diez. Si no alcanzó los 2.500, fue por la revelación de El Mundo desbaratando parte de lo muñido. Antes, el entonces ministro de Trabajo y actual vicepresidente econó­mico, José Antonio Griñán, le condonó 400 millones que la cabecera del grupo, El Correo, adeudaba a una Seguridad Social que esos mismos gobernantes dejaron prácticamente en bancarrota. Todo aquello lo puso negro sobre blanco el res­ponsable de finanzas del PSOE entre 1988 y 1994, José Manuel Martínez Rastrojo, escandalizado por el supuesto enriquecimiento personal de Zarrías y Martín con la venta.

Al año de adquirir Pren­sa Sur, y sin hacer frente a los mil millones que adeudaba a Caja San Fernando y El Monte. Emilio Martín sorprendió a propios y extraños con la estupefacien­te noticia de su venta a Prisa por 1.500 millones más. Incluso se reservó un 25% con derecho a despa­cho en la sede -hoy en ven­ta- de Gran Vía del referi­do imperio. Como era presumible, dado que nadie da duros a pesetas y menos Jesús (del Gran Poder) Polanco, el sobreprecio se enjugó con la financiación encubierta de la Junta, así como licencias audiovisuales. Lo denunciado por Rastrojo se cumplió escru­pulosa e irremisiblemente. Desde entonces, nada ha cambiado ni lo hará mientras la misma casta siga perpetuada en el poder. Persisten vicios y protagonistas, como Zarrías y Griñán, promovidos ahora por Chaves a vicepresidentes.

El alegato le valió el os­tracismo a Rastrojo. Tras descorrer las cortinas y dejar en evidencia al Gran Muñidor, le sucedió lo que al militante Manuel Aguilar, que denunció como el consejero de Propa­ganda de Chaves apañó las prima­rias, con un pucherazo sonoro como el ruido que armó al ser sorprendido votando con los pies en el Sena­do. Aquella foto, en cualquier demo­cracia, supondría la ruina de quien aquí gana galonea con sus fullerías.

El oleoducto Gallardo no sólo es una controvertida conexión petrolí­fera, sino una tubería de tinta con la que un potentado que vive del trato de favor del poder -del tráfico de influencias, como dice Valderas, recordando quizá Costa Doñana- pone al servicio del régimen andaluz una cadena de periódicos, co­rriendo el papel a cuenta del discrecional reparto de la publicidad. Re­presenta también una agresión medioambiental y un instrumento contra la prensa independiente que puede acabar en extinción, como la avifauna de los parajes que transitará el petróleo de la refinería Balboa. Pero. «si nosotros caemos, caeremos al menos -escribió el cu­rioso impertinente de Larra- como hombres de mundo, moriremos cantando como canarios, es decir, enjaulados, ya que la suerte quiere que no haya jaulas en España sino para los vivientes de pluma, que no son otra cosas los escritores»

En este enlace también hay cosas muy interesantes sobre el más que interesante caso de este hombre contra el presidente de la Junta de Andalucía Manuel Chaves http://e-pesimo.blogspot.com/2007/12/chaves-pierde-el-juicio-con-el-que.html

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